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Del quirofano del ICQO a Bolivia

REPORTAJE · Olatz Ciscar y Teresa Petuya, enfermeras ICQO

Un día, en quirófano, el Dr. Durán nos propuso ir a Bolivia para la campaña de cataratas. Después de sopesar pros y contras, nos animamos, así que el 24 de julio cogimos las maletas y el material quirúrgico, y nos fuimos dirección Bolivia, junto con Juan Durán.

En el aeropuerto nos encontramos con Luis Fiz, una persona maravillosa, amigo de Durán, que se animaba a venir con el grupo e iba a colaborar con otra ONG. Aprovechamos la noche para volar y a las cinco de la mañana llegamos a Santa Cruz, capital de Bolivia. Allí nos esperaba la Dra. Mª Elena Monpetit, ya estábamos el equipo completo de la aventura.

De allí fuimos en avión a Trinidad. Trinidad nos recibió con un día de invierno, que nos dijeron que solo había tres días de invierno, pues ese era el día, y nosotros con ropa ligera y preparados para el calor. Allí nos esperaba en una ranchera la señora Rose Mari, que lleva Caritas, con Juan, el conductor.

Para empezar la aventura, nos subimos en la ranchera en la parte de fuera, la libertad que dan estos países en los que, todavía, no está todo lo bueno prohibido. Contentos como niños, allí íbamos, los cinco con todas las maletas, algo apretados pero emocionados.

Nos llevaron al hotel a dejar las maletas y sin tiempo para más fuimos a Cáritas, que es donde la Fundación Mirada Solidaria hace su labor. Teníamos que operar esa tarde porque llevábamos Tissel, el pegamento orgánico, que debe estar congelado y si no pierde su eficacia.

Llegamos a Cáritas que es un pequeño grupo de casitas bajas rodeadas de algo de jardín. Cada casita es una especialidad, vimos ginecología, enfermería y, al fondo, oftalmología. Los pacientes ya nos estaban esperando en la puerta. Esto hacía cierta ilusión, pensando: ”¡Qué bien! Ya empezamos nuestra labor humanitaria”, pero, por otro lado, el cansancio de no haber dormido y viajado unas veinte horas. Entramos en la zona de oftalmología, un lugar austero y discreto, pero limpio y estaba bien. Luego ya fuimos al quirófano y eso ya era otra cosa.

Primero, el vestuario con uniformes de diferentes tallas y colores. El quirófano era una sala blanquecina azulada por las luces fluorescentes con un olor a formol superfuerte que te hacía llorar, una camilla frenada por un cartón y un microscopio algo antiguo. En ese momento piensas “¡Qué hago aquí!”, pero esto duró dos segundos, porque nos miramos entre nosotras y, sin hablar, nos dijimos: ¡podemos!. Y allí sacamos fuerzas de flaqueza y con la ilusión de solucionar el problema a las personas que estaban fuera, empezamos a operar Pterigiums, que era la cirugía que teníamos ese día y todo fue bien.

Con el equipo que íbamos, y el que había allí, hacía que todo eso mereciera la pena.


Al día siguiente, nos levantamos y en la cafetería del hotel nos juntamos los cinco para desayunar y charlar un rato relajado. Luego cogimos el moto taxi, que era muy divertido, para ir a Cáritas. Llegamos a quirófano y empezamos a operar las cataratas. El primer día fue duro, teníamos catorce cataratas, todo era complicado, empezamos a las ocho y media y acabamos a las diez. Al día siguiente fue todavía más tarde, esos días fueron un poco cuesta arriba.


Pero no todo era malo, las condiciones eran complicadas y estábamos cansadas por el jet lag, pero con el equipo humano que íbamos, y el que había allí, hacía que todo eso mereciera la pena y operábamos con buen rollo y con ilusión, que es lo más importante para hacer cualquier cosa.

Cada mañana, al entrar al centro, nos recibían con un abrazo muy bonito y te daba la calidez que nos faltaba. Veíamos a los pacientes operados el día anterior súper agradecidos y con esto equilibraba la balanza para estar a gusto.


También decir que el momento de la comida era muy especial. Comíamos allí en Cáritas, tenían una maravillosa cocinera que cada día nos ponía comida casera y con mucho cariño. Aprovechábamos para juntarnos todos en ese momento, para charlar relajadamente como en familia. También venía nuestro amigo Luis Fiz y nos contaba las aventuras de su día.

Esto te da una sensación de satisfacción. El grupo no podía haber sido mejor.

 

Al acabar a la noche en los quirófanos también aprovechábamos y nos íbamos a cenar por ahí, cada noche una aventura, desde cenar en casa del Dr. Héctor, el oftalmólogo, que está allí en Cáritas, y probar huevos de tortuga, hasta un karaoke de Bolivia. Y a todo íbamos todos nosotros y la gente de Cáritas. El Dr. Durán siempre incluye el viaje a San Ignacio de Mojos, como excursión obligada de cada campaña, y este año también lo hicimos, y entendimos por qué lo hace. El domingo le dejamos libre, es decir, las cirugías de ese día las repartimos entre otros.

Ese día fui muy especial, fuimos toda la cuadrilla; nosotros cinco, los de Caritas y sus familias. La excursión resultó muy variopinta y especial. Todos con mucha ilusión de enseñarnos su país. Nos dividimos por coches, en el nuestro íbamos Héctor con su novia, el hijo de ella, Luis Fernandito, que iba en el portamaletas , pero a gusto y, atrás, íbamos los cuatro del equipo. A Durán le toco otro coche. De camino vimos cocodrilos, capibaras, un oso hormiguero, pasamos en barcaza porque la carretera está cortada por un río, … Allí en San Ignacio nos llevaron a una laguna donde todo el mundo estaba allí bañándose y disfrutando, vimos una puesta de sol increíble. Y todos, tanto los familiares que venían como los de Cáritas, querían que estuviéramos a gusto y estaban super agradecidos de nuestra presencia allí. Esto te da una energía muy bonita y una sensación muy agradable.

El último día de quirófano fue muy especial. Los primeros días venían pacientes que pagaban algo, gente que tenía dinero pero no como para operarse allí, porque es prohibitivo. Caritas lo que hace es poner precios asequibles a quién puede pagarlo para luego hacer otras labores sociales.

Pero el último día operamos a las personas sin recursos y eso fue duro, emocionalmente pero muy gratificante. La gente no tenía nada, pero el agradecimiento era tan de corazón que nos sentíamos enormemente pagadas.

Acabamos el viaje, los cinco magníficos y volvimos a Santa Cruz, descansamos un día en un hotelazo y allí pudimos saborear la aventura vivida.


Así que este viaje a Bolivia ha merecido la pena, hemos trabajado mucho , pero hemos podido conocer a personas maravillosas y hemos vivido aventuras divertidas e intensas. Esto te da una sensación de satisfacción. El grupo que hemos ido no podía haber sido mejor.

Para terminar, dar las gracias a la Fundación Mirada Solidaria y al ICQO por habernos permitido vivir esta experiencia, tan bonita como dura, pero esas aventuras son las que hacen crecer como persona.

 

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