En esta ocasión El Doctor Juan Durán de la Colina nos habla sobre la baja visión, que puede ser uno de los indicadores de la pobreza en el mundo.
El mapa de la ceguera en el mundo podría utilizarse con gran fiabilidad como uno de los indicadores de la pobreza en el mundo. En los países avanzados, la sanidad de alto nivel perfila unas causas de disminución visual muy diferentes de aquellas que se observan en países desfavorecidos. Por otro lado, el incremento de la expectativa de vida se acompaña, de forma paralela, de enfermedades asociadas a la edad. Así, en nuestro entorno la degeneración macular es la mayor causa de disminución visual, mientras que los países más pobres se sufre ceguera sobre todo por las cataratas. En este caso, como es evidente, se trata de una cuestión de acceso sanitario pues el problema tendría solución quirúrgica satisfactoria.
Durante el mes de octubre han tenido lugar dos eventos bien diferentes pero muy relacionados entre sí. El día 10 se conmemoró el Día Mundial de la Visión y del 18 al 20 se celebró en Bilbao el Congreso de la Sociedad Española de Baja Visión (SEEBV). Creo que es un buen momento para recordar que, pese a los avances científicos y técnicos en las enfermedades oculares, no todas ellas son curables. Las secuelas que dejan ciertas enfermedades oculares, como la degeneración macular, el glaucoma o la alta miopía, tienen muchas veces una segunda oportunidad tratando de aprovechar el resto visual. Por medio de artilugios ópticos y digitales se puede lograr muchas veces una visión útil, a veces en un grado sorprendente.
Periódicamente leemos noticias sobre ojos biónicos, retinas artificiales y estimulaciones cerebrales. A día de hoy y pese a los esfuerzos en este sentido todavía no es posible lograr la recuperación de cegueras profundas, pero otros sistemas más sencillos pueden mejorar la vida de muchas personas. Tan sencillos como el uso de ciertos tipos de bombilla o la incorporación de filtros en las gafas. O el empleo de telelupas o prismas. Hay también ordenadores o gafas con sistemas digitales diseñados para personas con visión deficiente. Curiosamente eso no suele ser motivo de noticia y, por lo tanto, es menos conocido por la población pero es lo que forma parte de la realidad actual y debe ser ofrecido a personas con déficit de visión.
En el otro espectro, siguen siendo todavía necesarias las ONGs y otras organizaciones oftalmológicas para paliar el crecimiento de las cataratas en los países más pobres. Somos numerosos los profesionales de la oftalmología implicados y, aún así, apenas se llega a reducir el número de ciegos por este motivo, que se cifra en unos 50 millones de personas.
Por un lado o por el otro, todavía nos quedan retos importantes. La búsqueda de soluciones eficaces tendrá un gran impacto social, al permitir mejorar la vida de muchas personas.